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El laberinto del castillo encantado.
En un reino lejano, donde el agua bailaba sobre la tierra y la niebla susurraba secretos, vivía una joven princesa llamada Ripple. Tenía el don de caminar sobre el agua como si fuera tierra firme, y su cabello ondulado reflejaba los colores del arco iris. Ripple soñaba con convertirse en reina, pero para ello debía superar una prueba mágica, resolver el laberinto siempre cambiante del castillo.
Un día, mientras Ripple contemplaba el castillo desde la orilla del lago, una voz suave como la bruma la sorprendió. —Princesa Ripple, he estado esperando tu llegada. De entre la niebla surgió una figura etérea, un guardián llamado Mist. Su cuerpo parecía estar hecho de nubes y sus ojos brillaban como estrellas en la noche. Soy Mist, el guardián del castillo, dijo con voz serena. He venido a guiarte en tu aventura.
Ripple, emocionada, preguntó. ¿Puedes ayudarme a resolver el laberinto? Mist sonrió misteriosamente. Puedo mostrarte el camino, pero solo tú puedes recorrerlo. El laberinto cambia con cada paso que das, reflejando tus pensamientos y emociones.
Juntos, Ripple y Mist se adentraron en el castillo. Las paredes del laberinto brillaban con un resplandor mágico, y los pasillos se movían como olas en el mar. Ripple caminaba con gracia sobre el suelo de agua, mientras Mist flotaba a su lado, envolviéndola en una suave niebla protectora.
A medida que avanzaban, Ripple se enfrentó a desafíos que ponían a prueba su ingenio y valentía. En una sala, tuvo que crear un puente de gotas de lluvia para cruzar un abismo. En otra, debió cantar una melodía que calmara a un torbellino furioso. Mist siempre estaba ahí para aconsejarla y alentarla. Recuerda, Ripple, le decía, el laberinto es un reflejo de ti misma. Confía en tu corazón y encontrarás el camino.
Mientras se adentraban más profundamente en el laberinto, Ripple comenzó a comprender que cada desafío le enseñaba algo sobre sí misma y sobre lo que significaba ser una verdadera reina. Aprendió a ser paciente, a escuchar a los demás y a encontrar soluciones creativas a problemas difíciles.
Finalmente, llegaron a una gran sala circular. En el centro, sobre un pedestal de cristal, descansaba una corona de agua líquida que cambiaba constantemente de forma. Has llegado al corazón del laberinto, anunció Mist. Aquí es donde debes tomar tu decisión final. Ripple se acercó a la corona, fascinada por su belleza. Pero cuando extendió la mano para tomarla, se detuvo. He aprendido mucho en este viaje, dijo. Y ahora entiendo que ser reina no se trata de llevar una corona, sino de cuidar y guiar a los demás.
En ese momento, la corona se transformó en un rayo de luz que envolvió a Ripple. Cuando el resplandor se desvaneció, ella lucía un vestido hecho de agua cristalina y una diadema de gotas de rocío. Mist sonrió con orgullo. Has pasado la prueba, Ripple. Tu sabiduría y compasión te han convertido en la verdadera reina de este reino.
Juntos, Ripple y Mist salieron del castillo. El laberinto se había desvanecido, dejando en su lugar un hermoso jardín lleno de fuentes y cascadas. Los habitantes del reino se reunieron para celebrar a su nueva reina, y Ripple prometió gobernar con amor y justicia, siempre con Mist a su lado como su fiel consejero.
Y así el reino prosperó bajo el reinado de la reina que caminaba sobre el agua y el guardián envuelto en niebla, en un mundo donde la magia y la bondad iban de la mano.